La farándula nos está dejando ciegos.

                                                                Ellas están por sobre todo.



No sería  para nada extraño que una niña de 10 años conozca más la vida de la Luli y no la de Gabriela Mistral, pareciera insólito pero es la santa verdad.

Ya va más de una década que la farándula paulatinamente se ha ido apoderando de los medios chilenos y por razones obvias en la mente de muchos compatriotas. Se transmite a cada instante, en cada momento, a todo horario, ya a estas alturas la farándula tiene tanta cabida como los noticiarios.

Resulta que acontecimientos nacionales tan importantes pasan a segundo plano porque “x” modelo asegura andar con un afamado futbolista. ¿En qué mundo vivimos?, al día siguiente cuya modelo es portada de la gran mayoría de los periódicos nacionales, desvirtuando absolutamente noticias de contingencia nacional. Hay gente que prefiere obviamente informarse acerca de lo sucedido, sin embargo,  el problema gravita que un gran sector de la población le interesa más lo que haga o deje de hacer cierto personaje por encima de noticias con profunda importancia para el país. No es ser un “viejo amargado”, sin embargo, es la realidad. Al instante que se habla del Conflicto Mapuche hay que escuchar un sinfín de estupideces producto a que gran parte de la ciudadanía anda viendo las “noticias faranduleras”.

“Al darnos las opiniones de los ignorantes, nos mantiene en contacto con la ignorancia de la comunidad."
                         Oscar Wilde.

La farándula (al igual que el fútbol) es una pieza perfecta para este sistema, pues mantiene a gran parte de la población pendiente del qué-hacer cotidiano de tontas modelos y hombres cabeza de músculos y así se conserva una sociedad inculta y sin opinión.

Vuelve a aparecer, tiene un lugar predilecto y no va a desaparecer, la farándula está en casa y jamás se cansa.

En la mañana se prende la televisión y ahí está un panel analizando y cuestionando, la gente en su casa también tienen el derecho de enjuiciar sin cesar, pero sí se habla de políticos corruptos se quedan sin opinar. En la tarde ocurre lo mismo, un panel de menor intensidad le sigue dando cabida a esos rostros desconocidos, que muchos le saben la biografía de memoria, sin embargo, de la Violeta es poco y nada lo que perciben.

Cada personaje farandulero que aparece y permanece en boca de todos por el sólo hecho de ser “amigo de”, “hermano de”, “hijo de” “conocido de”, “ex de”, por eso ya resulta cómico ver a tantas personas preocupadas de esos ignorantes que se creen tan importantes sólo por aparecer en televisión.

Qué poco se habla de Víctor y bastante de Adriana, porque hablan de gente que no piensa, no lee, no suma ni resta, con esas cualidades pareciera que sería escaso lo que nos podrían aportar, se supone que no nos debiera importar, sin embargo, es todo lo contrario cada vez más es primordial andar pendiente de la vida privada de los demás. Lo que comenzaría como un chiste, de opinar de los amoríos de Zamorano o el “Chino” Ríos se transformaría en un chiste de mal gusto, pasaría a primera plana en los medios, en el vivir diario de la sociedad, sí hasta hay estelares al más puro estilo de un tribunal de la inquisición que crucifican al famoso de turno.

Por una parte, el chileno en general es "copuchento", ya que se podría decir que es una parte de la identidad criolla. No obstante, hay un límite, el cual no debe caer en exceso.

La farándula es un excelente medio para ocultar la realidad, para mantener cegada a gran parte de chilenos. Pan y circo.







El infaltable hincha de cartón




Aunque se escondan en las cajas sabemos que están ahí.


Cuando uno se hace hincha de un club de fútbol le tiene que ser fiel, por ende, estar en las buenas, en las malas y en las remalas. Sin embargo, existe un grupo de simpatizantes que sólo afloran cuando el equipo anda bien. Porque hay muchos tipos de hinchas, el gritón, el exitista, el nervioso, el apasionado, el fumador y el infaltable hincha de cartón.

El denominado “hincha de cartón” no tiene ni la más mínima idea de la historia de su equipo, no ubica a jugadores históricos, triunfos épicos, entrenadores exitosos, derrotas dolorosas y menos va a tener noción de ese jugador calificado como “queso”, esos “Caruchas” del fútbol.
Nuestro amigo de cartón a duras penas está al tanto la formación titular, quien va a ser el próximo rival, a qué hora será el cotejo, a  qué campeonato corresponde y olvídense cuando se informa que el equipo jugará con suplentes, para él es ver un equipo absolutamente nuevo.

Sólo va al estadio cuando el equipo está en racha, de lo contrario ni pensarlo. Otra gran característica es su fidelidad al CDF y a las tantas páginas que nos permite ver  fútbol online, Rojadirecta es su sitio predilecto y domina otros tantos links para apreciar a “el club de sus amores”, claro porque mientras está en Rojadirecta viendo el partido sigue conectado al Facebook y anda más pendiente de la red social en desmedro del “club de sus amores”.
Obviamente muchos hinchas de verdad no pueden asistir al estadio, no porque no quieran sino por las diversas situaciones que ejerce la vida, ya sea trabajo, estudios, compromisos, vivir en otra región o país y también por el costo de las entradas (obviamente ellos se excluyen de la lista). 

Nuestro estimado “hincha” además es adivino, claro porque en el momento que el equipo juega mal sale con frases típicas como “yo sabía que esto iba a pasar”, “yo no daba ni una peso por este equipo”, “que les dije, sí el entrenador no sabe de fútbol”, sin embargo, al instante que se invierten los papeles sale con otras frases para el bronce, “siempre confié en el equipo”,  “este era el entrenador que estábamos buscando”, “a este equipo no lo para nadie”. ¿Quién los entiende?

Si es que asisten al estadio y el equipo va perdiendo son los primeros en abandonar el recinto, pero si la victoria está cerrada son los más chillones. El exitismo que poseen es increíble porque si ganan un encuentro son los mejores del mundo pero si se encuentran con la derrota son los peores de la tierra, del “amor al odio” así de breve y conciso. Porque ese jugador es un crack, moja la camiseta, ama al equipo y se lo echa al hombro, no obstante, si en un encuentro jugó mal, se perdió un gol cantado y se fue expulsado, ese jugador es lo peor que le podía pasar al club, es un pecho frío y un malo cul…, los innumerables epítetos que se emplean sobre el  ahora ex ídolo son tremendos, la sátira que le destinan es digna de un hincha de cartón.

 Pero ojo, no crean que sólo hay jóvenes de cartón porque los tatas no se quedan atrás, son tipos lapidarios, pesimistas y quieren resultados de inmediato, no tienen paciencia con el nuevo entrenador si pierden los primeros encuentros ya lo quieren fuera del club, ¿en qué se diferencia el tata de cartón con el joven de cartón?, en que el veterano sí sabe la historia del club, por aquel motivo emplea las siguientes frases “en mis tiempos se jugaba con pasión”, “si estuviera el "Chita" Cruz lo hubiese asegurado de entradita”, “Cazsely hacía ese gol”, “el Tata Riera era buen entrenador, este es un loco nada más” o con frases absolutamente fuera de contextos “antes jugaban con zapatos negros que parecen ahora”.

Ser de cartón no tiene edad y menos humildad, ya que cuando todo anda bien para el club son los primeros en fastidiar al rival, sus mofas traspasan los límites y hacen enfadar al contrincante, sin embargo, cuando el panorama es oscuro agachan la cabeza y no tienen dignidad para defender su equipo, como dice el viejo dicho “las ratas son las primeras en abandonar el barco”.


Porque un día piden que se vayan todos y al otro solicitan el título, porque crucifican a un jugador por una jugada y lo endiosan a la siguiente, porque no tienen el valor del amateurismo (alentar con fidelidad) pero si poseen al valor capitalista (rendimiento y éxito), porque el fútbol le pertenece a todos y el hincha de cartón es un personaje principal de este deporte que nos apasiona tanto.

Paremos con la xenofobia en nuestro país.

  La realidad que se vive en Chile, sólo algunas banderas merecen color.



Sólo basta con que el árbitro del partido sea peruano y haya realizado un cobro dudoso para que se alborote de comentarios en contra la nacionalidad del juez, basta con que en las noticias se mencione el apellido Catrileo para que se colme de prejuicios sobre la cultura mapuche, basta con que el dueño del negocio sea más moreno que los demás para que aparezcan epítetos mal intencionados, basta con ver a una mujer de rasgos indígenas en la calle para que rápidamente  se manifiesten miradas despreciativas. ¡Paremos con la xenofobia en nuestro país!

La discriminación en Chile está presente en varios ámbitos, fútbol, humor, colegios, televisión y sin dudas la más dolorosa, en nuestra cultura. Pareciera que es un deporte nacional menospreciar a un ser humano, el problema viene de raíz, si el padre o la madre son personas xenófobas ¿Qué se le puede pedir al hijo?, si no hay educación es bastante complejo mejorar.
Si bien se quiere disimular y ocultar, la xenofobia es parte de Chile, de manera cotidiana varios son los que deben lidiar con diversas vejaciones que muchos chilenos son los encargados de ejercer. Las principales víctimas son los peruanos, bolivianos, indígenas, ecuatorianos, asiáticos, etc. Un escenario lamentable y absolutamente reprochable el cual deja mucho que desear a nuestra sociedad.

El ego del chileno va a estallar, el aire de superioridad hacia ciertas personas es descomunal, ¿Tan exclusivos somos los chilenos?, ¿somos una raza aria, demasiado pura y el lenguaje que empleamos es el mejor de Latinoamérica?, lo dudo. Al peruano  hay que menospreciar pero al argentino engrandecer, ya que todo esto es una colosal contradicción, pues claro  los chilenos no discriminan a argentinos, norteamericanos y europeos en general, ellos están en la cúspide y los demás en el fondo.

Como si fuera horroroso tener la piel oscura, se contempla como si fuese basura, con hilarante descontento el rechazo es sin consuelo, tan grande es el recelo que poseen los chilenos y por ende el desprecio es inminente.

“Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar”


Nelson Mandela.

Pese a que nos duela, Chile es un país discriminador y la evidencia es abismante, porque es un país prejuicioso, despectivo, altanero y “mirador en menos”. El serio problema que nos afecta a todos, ¿Ésta es la enseñanza que se deja a los niños y jóvenes?, es frecuente ser testigos de interpretaciones xenófobas por parte de niños, actitudes que deben zanjarse de una buena vez, sin embargo, si la madre, el padre, el abuelo, la tía o el tío son personas que tienden a menospreciar a seres humanos por su nacionalidad o cultura es casi imposible hacer entender a ese niño que “El humano está formado de un espíritu y un cuerpo, de un corazón que palpita al son de los sentimientos” como diría Violeta, como demostrarle al niño que todos tenemos la sangre roja y procedemos de una madre. Ínsito esta es una cuestión social la cual cada día más se apodera de nuestra cultura, somos todos consientes de la xenofobia que habita en nuestro país, sin embargo, poco y nada se hace para solucionarlo, simplemente no se aspira abordar este inconveniente, el cual indudablemente debe cesar, incapaces de remediar dejamos crecer la raíz y así el ciclo continuar, mi padre discrimina, yo igual, mi hijos para que decir, mis nietos, bisnietos y así sucesivamente. La predisposición por dejar que siga la xenofobia es la mejor, entonces sigamos viendo cómo se pisotea a un ser humano, dejemos otro ladrillo en la pared.   

Nos espantamos porque en otros países hubo un acto de xenofobia, somos los primeros en criticar dicha postura y crucificamos rotundamente el accionar de discriminar a otro pero cuando miramos con suspicacia al peruano no hay trabas.

Hay que amar al prójimo, no cierto, bueno por lo tanto que no de miedo tratar bien al peruano, boliviano, haitiano, mapuche, asiático. ¿Por qué no podemos amarnos entre todos?” Preguntaría Bob Marley, John Lennon nos invitaría a imaginar, "La revolución comienza en casa, en tu corazón” expresaría Bono, “Para qué es el sol que nos alumbra, si no nos queremos ni mirar” cantarían Los Jaivas, En la escuela nos enseñan a memorizar fechas de batallas pero que poco nos enseñan de amor” vitorearían Los Fabulosos Cadillacs, “hay que tomar el camino hacia la luz, no hacia la oscuridad." Roger Waters nos haría reflexionar.

Dejemos afuera esos “aires de superioridad”, para dirimir la xenofobia no necesitamos votar por un diputado o senador, nosotros  somos los encargados.

“Levántate y mírate las manos para crecer estréchala a tu hermano”.

Víctor Jara.