En una fría caminata matutina, se observa tu rostro aún dormido
y ni idea de cuál será tu destino, pero sé que tu corazón se mantiene prendido.
Sé que es el fútbol quien te ilumina y te produce cierto descontrol.
Quizás sea una pasión desmedida, inentendible y a veces mal
vista. Una enfermedad que no posee sanación, ni siquiera Freud podría con este
delirio, ni una retroexcavadora derriba
este amor.
Te juramos fidelidad y credibilidad por sobre todas las
cosas, somos testigos de aquellos milagros, practicamos tu religión en
cualquier momento y cada Domingo te vamos a visitar. Es simplemente fútbol,
esta religión que no tiene ateos y miles de files.
Si nos damos un paseo por los libros de historia, bastante
escaso es el aporte del deporte más popular en los párrafos de los
historiadores universales. Sin embargo, la alegría de la gente perpetuamente
está en la cotidianidad de la sociedad, ya que todo se relaciona con el fútbol,
es el sentimiento más compartida y es imposible vivir sin él. El mundo gira en torno
de la caprichosa.
Muchas veces el fútbol es culpable de los cambios de humor,
si el equipo gana todo es alegría y poco y nada incumbe lo que el mañana
pronostica, ya que el equipo de tus amores ha vencido. Por el contario, al ver
caer aquel club de tu vida el mundo se derrumba, la panacea acá no juega, la cena en familia se transforma en un velorio y el
rostro pusilánime se mantendrá hasta el próximo cotejo. Las penas del fútbol
sólo se pasan con fútbol.
De que nos hace perder el raciocinio es muy verídico, las
pulsaciones están a mil y definitivamente no se discierne más allá de la
pelota, no se discurre con la mente fría sino todo es producto del corazón. Como
diría un gran filósofo francés: Aliento y luego existo.
Vivir un partido es la emoción en su máximo esplendor, la adrenalina,
emoción y exaltación nos hacen convivir con serios problemas cardiacos, ya sea practicándolo
o alentando al equipo de tus amores y eso que es simplemente fútbol. Por otra
parte, acá en esto llamado fútbol cualquier cosa sirve como pelota, tapas de botellas, botellas, trapos,
un montón de papeles, en fin, cualquier elemento por satisfacer las ansías de divertirse jugando con la
pelota. El hombre se vuelve niño corriendo tras del balón y el niño se hace
hombre con gallardía y valentía buscando la tan apetecida victoria.
Futbolísticamente hemos tenido amores, al que idolatramos por
sobre todas las cosas y en alguna ocasión hasta poseemos su nombre arbitrariamente,
queremos ser como ellos. El fútbol tiene estas cosas bellas de darnos ídolos, los
cuales respetamos y admiramos. Ven si esto es una verdadera religión, con Santos,
devotos y también mucha corrupción, ya que este añorado espectáculo tiene su
lado oscuro y no todo es miel sobre hojuelas o sino veamos a la FIFA.
Resulta increíble lo que produce este simple juego en la
sociedad, un deporte originado en Europa y perfeccionado en Sudamérica. Somos unos
locos que vivimos en este mundo escrito por todos aquellos que integran este
deporte.
No obstante, son diversos los detractores del popular fútbol,
e inclusive hasta le han dedicado frases de total desacuerdo al fútbol, por ejemplo, Jorge Luís Borges que
enfatizó: “el fútbol es popular porque la estupidez es popular”. Quizás
al destacado escritor argentino le faltó su más que merecido Premio Nobel y
además gritar un gol.
La luna es redonda, el mundo e inclusive Inti, es decir, todo
tiene que ver con una pelotita caprichosa, añoramos convertirle un gol a la vida
y gambetear las inequidades. Todo tiene que ver con este deporte e incluso
genera identidad a un país porque va entrelazado en las venas de la sociedad.
Leales, seguidores y adictos al fútbol.